Like tigers
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Like tigers
No había animal más solitario que un tigre en la jungla. Ulf, hace mucho que había entendido que su labor era de ese modo: solitaria. O al menos, así le gustaba obrar, le facilitaba las cosas, anulaba el dolor y la amargura de la pérdida, porque ya no podría soportar una más.
Pero su arraigado sentido del deber lo obligaba a continuar y a acatar. Fue una suerte, pensaba constantemente tras la turbulencia de las elecciones, que Fuchs quedara en el puesto de Ministro de Magia. Un hombre accesible como él le facilitaba el trabajo y cuando aquel hombre, viudo como él, sin una familia como él, le pidió que lo acompañara, lo hizo sin chistar.
Le encargó algo más. Crear lazos, alianzas, conocer con quiénes podían contar y con quiénes no. Ulf, días antes mandó un mensaje a un hombre de apellido Reed, quien entendía, era el encargado de la seguridad interna de Gran Bretaña y el hombre dijo que se encontrarían ahí, cuando los ministros lo hicieran, lo cual resultaba muy conveniente.
Una vez que Fuchs lo dejó solo y que la chica amable le ofreció té y galletas —las cuales declinó—, se quedó sentado, solo en la salita de espera, aunque desde el otro lado un hombre mal encarado y con un aparato muggle en el oído que le permitía comunicarse con otros como él, no dejaba de observarlo.
Comenzó a sopesar la posibilidad de ir a dar una vuelta cuando frente a él se plantó un sujeto vestido de traje, delgado y alto. Con una mirada que, pensó, le recordaba mucho a la propia. Era más joven y más enjuto que él. Se puso de pie.
—¿Reed?
Pero su arraigado sentido del deber lo obligaba a continuar y a acatar. Fue una suerte, pensaba constantemente tras la turbulencia de las elecciones, que Fuchs quedara en el puesto de Ministro de Magia. Un hombre accesible como él le facilitaba el trabajo y cuando aquel hombre, viudo como él, sin una familia como él, le pidió que lo acompañara, lo hizo sin chistar.
Le encargó algo más. Crear lazos, alianzas, conocer con quiénes podían contar y con quiénes no. Ulf, días antes mandó un mensaje a un hombre de apellido Reed, quien entendía, era el encargado de la seguridad interna de Gran Bretaña y el hombre dijo que se encontrarían ahí, cuando los ministros lo hicieran, lo cual resultaba muy conveniente.
Una vez que Fuchs lo dejó solo y que la chica amable le ofreció té y galletas —las cuales declinó—, se quedó sentado, solo en la salita de espera, aunque desde el otro lado un hombre mal encarado y con un aparato muggle en el oído que le permitía comunicarse con otros como él, no dejaba de observarlo.
Comenzó a sopesar la posibilidad de ir a dar una vuelta cuando frente a él se plantó un sujeto vestido de traje, delgado y alto. Con una mirada que, pensó, le recordaba mucho a la propia. Era más joven y más enjuto que él. Se puso de pie.
—¿Reed?
Ulf H. Øye- Mensajes : 2
Fecha de inscripción : 21/04/2015
Re: Like tigers
— Øye, debo suponer —no cambió su expresión de seriedad. Estudio al otro. Mayor que él, algo desgarbado y marcado por los años, pero de ese modo que hacen consciente que la vida no es fácil, y a pesar de todo, apuesto.
Echó un vistazo al encargado de la seguridad de la residencia de la primer ministra. Ahí no podrían hablar tranquilamente, pronto lo entendió. La naturaleza de su conversación sería extraña para oídos no preparados.
—Venga —al fin dijo. Sus parcos modales eran inquietantes. Porque eran refinados y resueltos, eran precisos, pero no cruzaban ningún tipo de línea, usaba las palabras como si éstas costaran libras, muchas libras.
Condujo a su contraparte mágica a un salón pequeño casi al final del pasillo. Era una sala de juntas tan reducida que resultaba inútil. Una cafetera goteaba agua y una caja de galletas estaba abierta. Al parecer era donde la gente que trabajaba en el vestíbulo iba a tomar café y charlar.
—Bien. Debo confesar que todo esto me tiene algo sorprendido —se sentó, desabotonándose el saco e invitando al mago a imitarlo frente a él—. No fue hasta hace unos días que me enteré de esto. Soy relativamente nuevo en el puesto, poco menos de un año. Supongo que Shaffer consideró que, de no ser estrictamente necesario, no me enteraría. Por un lado me hubiera gustado jamás saber de todo… este otro mundo —hizo una floritura con la mano, señalando a Ulf y a todo y a nada.
—Pero ya estamos aquí. Y ambos tenemos una obligación para con nuestros ministros y nuestra gente.
Echó un vistazo al encargado de la seguridad de la residencia de la primer ministra. Ahí no podrían hablar tranquilamente, pronto lo entendió. La naturaleza de su conversación sería extraña para oídos no preparados.
—Venga —al fin dijo. Sus parcos modales eran inquietantes. Porque eran refinados y resueltos, eran precisos, pero no cruzaban ningún tipo de línea, usaba las palabras como si éstas costaran libras, muchas libras.
Condujo a su contraparte mágica a un salón pequeño casi al final del pasillo. Era una sala de juntas tan reducida que resultaba inútil. Una cafetera goteaba agua y una caja de galletas estaba abierta. Al parecer era donde la gente que trabajaba en el vestíbulo iba a tomar café y charlar.
—Bien. Debo confesar que todo esto me tiene algo sorprendido —se sentó, desabotonándose el saco e invitando al mago a imitarlo frente a él—. No fue hasta hace unos días que me enteré de esto. Soy relativamente nuevo en el puesto, poco menos de un año. Supongo que Shaffer consideró que, de no ser estrictamente necesario, no me enteraría. Por un lado me hubiera gustado jamás saber de todo… este otro mundo —hizo una floritura con la mano, señalando a Ulf y a todo y a nada.
—Pero ya estamos aquí. Y ambos tenemos una obligación para con nuestros ministros y nuestra gente.
Jay-Hunter B. Reed- Mensajes : 1
Fecha de inscripción : 21/04/2015
Re: Like tigers
No separó los ojos del sujeto mientras lo conducía a aquel otro salón, más pequeño, y más privado. Agradeció la visión para tomar aquella decisión. Ulf no era de los que subestimaban, pero sin duda la diferencia de edad pesaba. Sin embargo, creyó, si Reed tenía el puesto que tenía, sería por una buena razón.
Tomó asiento y entrelazó las manos. Él más desgarbado, más casual; el otro recto como flecha, elegante como rey. Ahí yacía otra diferencia. No es que creyera que fuese importante, no bajo otro contexto, pero ahora eran trascendentes. No sabía si Reed podía resultar de confianza o no.
Arqueó una ceja al escucharlo hablar con tanto desdén. No sería el primer muggle incómodo con la idea de que había magia en este mundo y que, de no ser por situaciones extraordinarias, jamás se hubiera enterado. Era una reacción común, pues era un información importante que se les había birlado a propósito.
—Es importante, créame. Aunque con un poco de suerte no tendremos que vernos las caras demasiado —hasta entonces se había mantenido con el cuerpo echado al frente, en ese instante se recargó en la silla—. En verdad, es mejor no vernos demasiado, porque si tenemos que volver a venir, es que existe alguna amenaza que pone en peligro a ambos mundos —explicó con tono sereno.
—No le sorprenda que necesitemos hablar ahora, pero tampoco lo haga si no vuelve a saber de mi o del ministro Fuchs, eso quiere decir que todo marcha como debe de ser —un esbozo de sonrisa se dibujó en su rostro, pero no alcanzó a completarse. Miró el reloj, ¿cuánto iba a durar el encuentro de los ministros?
Tomó asiento y entrelazó las manos. Él más desgarbado, más casual; el otro recto como flecha, elegante como rey. Ahí yacía otra diferencia. No es que creyera que fuese importante, no bajo otro contexto, pero ahora eran trascendentes. No sabía si Reed podía resultar de confianza o no.
Arqueó una ceja al escucharlo hablar con tanto desdén. No sería el primer muggle incómodo con la idea de que había magia en este mundo y que, de no ser por situaciones extraordinarias, jamás se hubiera enterado. Era una reacción común, pues era un información importante que se les había birlado a propósito.
—Es importante, créame. Aunque con un poco de suerte no tendremos que vernos las caras demasiado —hasta entonces se había mantenido con el cuerpo echado al frente, en ese instante se recargó en la silla—. En verdad, es mejor no vernos demasiado, porque si tenemos que volver a venir, es que existe alguna amenaza que pone en peligro a ambos mundos —explicó con tono sereno.
—No le sorprenda que necesitemos hablar ahora, pero tampoco lo haga si no vuelve a saber de mi o del ministro Fuchs, eso quiere decir que todo marcha como debe de ser —un esbozo de sonrisa se dibujó en su rostro, pero no alcanzó a completarse. Miró el reloj, ¿cuánto iba a durar el encuentro de los ministros?
Ulf H. Øye- Mensajes : 2
Fecha de inscripción : 21/04/2015
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